¿Se puede pactar la ignorancia?

Publicado originalmente en www.kienyke.com


De la serie de mediciones del Capital Social se ha generado una teoría de transformación de la sociedad, especialmente en los ámbitos urbanos, para llegar a una Sociedad Cívica Moderna (SCM). Los elementos de esta transformación comienzan con el Sinceramiento que se da en la ciudad. Los ciudadanos reconocen que viven en una sociedad imbuida de clientelismo, y se registra cuando cae Fenoval, Fe en Fuentes de Información no Validadas, dejar de comer cuento, un factor novedoso detectado con el Barcas. Pero a partir de ahí se requieren otros elementos: crear ámbitos intermedios entre el barrio y la gran ciudad, que tengan suficiente tamaño para acumular un capital social que puentee y no cemente: se encierre en el barrio.

En Bogotá por su tamaño las localidades cumplen esa función igual que las comunas en Medellín. En Cali y Barranquilla son muy pequeñas, aunque esta última comenzó a crear desde el 2010 cinco localidades más grandes. Ya en estos ámbitos intermedios se requiere ahora una Oferta Articulada de Participación por parte del gobierno, la cual permita densificar la sociedad civil a nivel de este territorio. El elemento central de tal oferta es la planeación participativa local que convoca la sociedad civil sectorial y requiere que en ejercicios de democracia deliberativa, en encuentros cara a cara, los ciudadanos tengan que priorizar el uso de recursos que necesariamente son siempre limitados, lo que crea una restricción fuerte que genera la racionalidad colectiva: que los participantes entiendan que hay prioridades colectivas más acuciantes y reconozcan que hay otras para las cuales los recursos no alcanzan.

Si este proceso se hace anualmente para determinar el presupuesto participativo, no solo se puede intervenir en las decisiones sino ejercer control social sobre lo que hace la administración: llamarla a cuentas. Adicionalmente entonces, para integrar la democracia participativa con la representativa se deben hacer mapas políticos que identifiquen la representación en el territorio, lo cual se busca hacer de forma estructural con la propuesta de Sistema Electoral Mixto.

Bogotá tuvo el proceso de Sinceramiento antes de 1997, Medellín y Cali antes del 2005, aunque esta última presentó un fenómeno que no habíamos visto: en el 2011 Fenoval aumentó a niveles nunca vistos en ninguna ciudad colombiana de las medidas, y en ella el alcalde no implementó ninguna de las medidas de transformación hacia la SCM.

En Bogotá la participación cívica y política han venido cayendo desde 1997 y, por supuesto, con especiales efectos nefastos en la administración de Samuel Moreno. Durante ella, como gran distractor a la corrupción distrital central, se autorizó la contratación local para descentralizar la ejecución, sin que las alcaldías locales tuvieran la capacidad de manejar estos procesos: democratizar la corrupción. Los contratistas, en palabras de Guillermo Asprilla, pasaron de 20.000 a 32.000 y los contratos de obras locales en un 80% fueron de menos de cinco millones de pesos. El clientelismo rampante. Ahí se desfondó cualquier racionalidad colectiva. Pero en lugar de corregir este evidente error, que no corrigió tampoco Clara López, en la administración Petro los procesos de Planeación Participativa local se les dio la instrucción que debían invertir el 40% de los recursos locales en pavimentación de vías, violando la autonomía de estos procesos de manera flagrante.

Si bien para muchos la planeación participativa local pueden ser de importancia marginal, no lo son para los procesos de transformación de la ciudad, especialmente después de la desarticulación de estos durante las administraciones de izquierda que han manejado Bogotá. ¿Puede uno como científico o político negarse a ver estos fenómenos? ¿Puede que por un pacto político de Alianza se deje de llamar la atención sobre estos elementos? No creo. Y no creo además que un partido pueda, aduciendo una férrea aplicación de la ley bancadas, intentar maniatar la opinión de su bancada sobre estos temas. Especialmente cuando ya hemos sufrido los embates coercitivos, donde intentaron expulsarnos y cuando, ahora, nuestros nuevos aliados Progresistas tuvieron que soportar que varios de sus parlamentario no puedan volver al legislativo. Aun si la Alianza Verde se define como un partido de facciones.

Hay otra reflexión adicional: ¿porque los partidos de izquierda han sido tan, para ser benignos, regulares administradores de lo público, con importantes y contadas excepciones como Antonio Navarro en Pasto y Nariño? ¿Sera que la buena ejecución y la transparencia son tan solo una maña capitalista? ¡Por Dios! Y adicionalmente, ¿un alcalde como Jorge Iván Ospina debe ser precandidato a la Presidencia, como si nada hubiera pasado? Si la izquierda no frentea el tema de la rendición de cuentas no podrá ser un referente a lo que nos depara la fase postconflicto. Y, por supuesto, esta crítica es a la izquierda porque mantiene una promesa de transformación del sistema. La derecha de Uribe, que destrozó la sociedad civil en sus gobiernos, está fuera de esta discusión. ¿Y el gobierno de Santos con su modelo de gobernabilidad?

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